Durante los últimos años la sociedad se ha visto envuelta en una serie de cambios que han afectado de manera significativa cada aspecto de nuestras vidas. El mundo de hoy no es lo que era; obviamente ha cambiado. Como predicadores cristianos nos ha tocado vivir en un contexto cultural que trascurre de forma acelerada y constante. En nuestros días ha surgido una nueva forma de pensar, y de entender el mundo, que difiere bastante de lo que hasta ahora conocíamos. Esta nueva forma de pensamiento se ha denominado: Posmodernidad.
La posmodernidad es un fenómeno social que no podemos ignorar. Según George Barna, el posmodernismo con su pensamiento secular y relativista, busca socavar los fundamentos mismos de la fe cristianos colocando a la iglesia “en medio de la lucha más severa en la cual se ha encontrado desde hace siglos[1]”
En este primer capítulo nos proponemos abordar el tema de la posmodernidad y los retos que ésta plantea al predicador cristiano. Sin embargo, antes de continuar señalaré que no es nuestro propósito hacer un estudio exhaustivo de la posmodernidad, ya que el mismo ameritaría todo un libro. Más bien, nos proponemos abordar aspectos generales del tema con el propósito de conocer el tiempo en el cual nos ha tocado vivir y predicar.
POSMODERNIDAD Y ALGO MÁS
La posmodernidad es un fenómeno difícil de definir. De hecho, algunos científicos sociales prefieren usar el término “sobre modernidad” para describir nuestros tiempos. Según lo expresan estos estudiosos, lo que el mundo vive hoy no es el avance de la modernidad sino más bien la crisis de la misma. Y aunque algunos reúsen usar el término “posmodernidad”, éste ya ha sido aceptado como pensamiento filosófico predominante para describir nuestra cultura y forma de pensamiento actual.
La posmodernidad ha sido dividida en tres grandes sectores: primero, como un movimiento artístico; Segundo, como un periodo histórico, y por último, como una actitud de pensamiento.
Como movimiento artístico, el término posmodernidad busca describir algunas tendencias populares de arquitectura, arte, historia, cultura y religión. Es importante destacar que el término posmodernidad fue introducido a fines de la década de 1940 por el gran historiador sir Arnold Toynbee, aunque se volvió popular hasta 1979 con la publicación del libro: La condición posmoderna,escrito por Jean-Francois Lyotard.
Para Lyotard, la posmodernidad es más que un movimiento artístico: es el rechazo a todas las ideologías y a los sistemas de creencias que legitimizan la existencia del mundo occidental. Según este autor de origen francés, los sistemas de creencias que gobiernan el mundo occidental no son más que “mitos”, “cuentos” o como él mismo los llama: “metarrelatos”. Por consiguiente, – afirma Lyotard – el objetivo de la posmodernidad es el de descartar creencias universales que durante años imperaron en épocas pasadas pero que ahora deben ser dejadas atrás.
Es interesante destacar que para Lyotard uno de esos grandes “metarrelatos” que formó el pensamiento y la cosmovisión de la cultura occidental fue el cristianismo y su mensaje. Y por consiguiente, dado que el cristianismo es un “metarrelato” éste –según el pensamiento posmoderno – ha quedado en bancarrota como respuesta a las inquietudes y problemas del hombre contemporáneo[2].
Sin embargo, aunque Lyotard, busca definir el posmodernismo desde el ámbito filosófico; se hace necesario – a fin de llegar a una comprensión más acabada del término – estudiar el contexto histórico en el cual nace dicho pensamiento. Para esto es indispensable no solo estudiar los inicios de la posmodernidad, sino también los períodos históricos que le precedieron.
MUCHO ANTES DE LA POSMODERNIDAD
La posmodernidad fue precedida por dos grandes periodos históricos conocidos como la Pre-Modernidad y la Modernidad. Según los historiadores, la Pre-Modernidad fue un periodo de aproximadamente quinientos años que abarcó desde el año 1000 hasta el 1500. Esta etapa también es conocida en la historia como la Edad Media. Durante ésta, la humanidad se caracterizaba por creer en valores universales. Por ejemplo, en la edad media la sociedad se organizaba de manera jerárquica, creyendo que tal organización reflejaba el orden del universo. En cierto modo, la gente creía que el rey gobernaba con autoridad divina y que los principios y leyes estipulados por el estado provenían de Dios mismo. Es por esta razón que nadie se atrevía a cuestionar las leyes derogadas por el estado, y si alguna persona o pueblo lo hacía era reprimido por el estado.
En otro orden la Pre-Modernidad se caracterizó no solo en creer en valores universales, sino también por creer en la verdad objetiva. Sin embargo, aunque aceptaba la verdad como objetiva, también se creía que la misma era de exclusividad de cierto grupos privilegiados. Según lo escrito por Jon Paulien, en la Pre-Modernidad, “el individuo promedio no intentaba distinguir entre la verdad y la falsedad. La gente ordinaria era ignorante y no le molestaba. Pensaban que solamente el clero o la iglesia tenían la verdad. Así que si una persona medieval quería conocer la verdad, hablaba con el sacerdote. Aceptaba lo que éste dijera y así eran las cosas[3]”
La Pre-Modernidad concluye como periodo histórico en el año 1500 a raíz de tres acontecimientos capitales para la humanidad: el descubrimiento de América, El Renacimiento y la reforma protestante[4]. Es entonces cuando del oscurantismo que imperaba en la época medieval surge el periodo histórico conocido como la Edad Moderna.
Según Antonio Cruz, la modernidad “fue el tiempo de las grandes utopías sociales y de los grandes actos de fe. El ser humano, con la fuerza de la razón, se creyó autónomo e independiente. Ya no era necesario recurrir a los mitos para explicar los misterios de la naturaleza. Se confiaba en que la ciencia solucionaría todos los problemas del hombre y acabaría con la ignorancia y servidumbre de los pueblos[5]”.
La modernidad –según escribió John MacArthur – se caracterizó por la creencia de que la verdad existe y que el método científico es la única forma para determinar esa verdad”. En la llamada era moderna – continúa MacArthur – “la mayoría de las disciplinas académicas (filosofía, ciencia, literatura, y educación) fueron modeladas por presuposiciones racionalistas. En otras palabras el pensamiento moderno trató a la verdad como árbitro final de lo que es verdadero[6]”.
En forma breve, el modernismo fue el movimiento que enfatizó la razón y que se expresó de forma más completa mediante la ciencia. De acuerdo a Alejandro Medina, el modernismo tenía como fundamento la consigna de: “una ciencia objetiva, una norma universal, una ley y un arte autónomos regulados por lógicas propias[7]”.
En conclusión, podemos decir que los periodos que precedieron al posmodernismo se caracterizaron por la aceptación de principios universales y la objetividad de la verdad. Sin embargo, las cosas cambiaron. El modernismo es dejado atrás, cediendo el paso a un nuevo periodo histórico y a una nueva forma de pensamiento.
NACIMIENTO DE LA POSTOMODERNIDAD
Según Thomas Oden, la Edad Moderna duró exactamente 200 años, desde la toma de La Bastilla, en 1789, hasta la caída del Muro de Berlín en 1989[8]. Es en este año cuando de los escombros del modernismo surgió el posmodernismo con el propósito de redefinir todos los valores y actitudes sociales, políticas, económicas y religiosas heredadas de la era moderna.
La posmodernidad nace, según lo escrito por Ihab Hassan, como la antítesis misma de la modernidad. Mientras que en la edad moderna se creía en lo determinado, en la época posmoderna se cree en lo indeterminado; mientras que el modernismo enfatiza el propósito y el diseño, el posmodernismo enfatiza el juego y el azar; el modernismo establece una jerarquía, el posmodernismo cultiva la anarquía; El modernismo valora lo tipificado, el posmodernismo valora lo que muta; El modernismo busca el logos, el sentido del universo expresado en el lenguaje que se encuentra debajo de todo. El posmodernismo, por otro lado, valora el silencio y rechaza todo el sentido de la palabra.
Pero apartándose de sus peculiaridades históricas, algunos estudiosos abordan el posmodernismo desde una óptica socio-psicológica. En otras palabras, estos estudiosos procuran investigar las características sociales del pensamiento posmoderno y cómo éste ha venido moldeando la conducta de las personas.
Características socio-psicológicas del posmodernismo
Se han propuesto una lista extensa de características que identifican el proceder de la sociedad y que regulan la conducta de las personas en la posmodernidad. Sin embargo por cuestión de espacio, y para los fines mismo de este libro, nos limitaremos a resaltar solo cuatro de estas características, las que, a nuestro entender son las más relevantes.
- En el posmodernismo se fomenta el hedonismo, la búsqueda del placer a cualquier precio.
El posmodernismo empuja a las personas a buscar el placer y huir de todo tipo de dolor, sea físico, emocional, intelectual o espiritual, al precio que fuere. Por ejemplo, en una de sus canciones, Joaquín Sabina, quien es un cantante español tremendamente famoso en su país y en otras partes de América Latina, y quien ha sido definido por algunos como el trovador de la posmodernidad, dice:
“Al deseo los frenos le sienten fatal, ¿Qué voy a hacer yo se me gusta el güisqui sin soda, el sexo sin boda, las penas con pan?
Este es el tipo de pensamiento que impera en la mentalidad posmoderna. La ética hedonista del posmodernismo lleva a las personas a considerar su cuerpo como una máquina destinada a cosechar éxito y placeres. Raul Kerbs, escribió que la mentalidad posmoderna es “festiva, centrada en el placer, anclada en el presente, ciega con respecto al pasado e indiferente con el futuro[9]”.
- El posmodernismo oscila entre dos postura. Descartar a Dios de su existencia o promover la espiritualidad.
Por un lado la sociedad posmoderna, edifica su cultura al margen de Dios, de sus valores, de sus prioridades y de su presencia. En la cultura posmoderna el hombre es el centro y además es autónomo y autosuficiente con respecto a Dios. Por tanto, puede tomar sus propias decisiones, basados en sus propios criterios, en su juicio y capacidad de discernimiento sin necesidad de recurir a la sabiduría que puede venir del conocimiento de Dios y su palabra. Para el hombre posmoderno, “Dios no es más importante que los dinosaurios cuyos esqueletos se muestran en los museos de historia natural: están allí como parte del pasado, nos convocan periódicamente, pero no encontramos la conexión que tienen con nuestra realidad cotidiana[10]”
Por otro lado, aunque la mentalidad posmoderna descarta a Dios, promueve la espiritualidad; Pero la espiritualidad promovida por el posmodernismo es una donde cada persona puede creer lo que desee. Según Ricardo Norton, en el “criterio posmoderno, el individuo determina su destino; y debe encontrar la espiritualidad en su interior, no en la iglesia. Para el posmodernista, el cristianismo, al igual que todas las demás religiones occidentales, es considerado como una entidad hostil, opresiva, arrogante, o simplemente ignorante. El posmodernista cree que una persona puede ser espiritual sin asistir a la iglesia y sin afiliarse a ninguna denominación religiosa[11]”
- El posmodernismo cree que la verdad es relativa y, por lo tanto, muestra escepticismo hacia los valores y las declaraciones absolutos.
Una de las características principales de la posmodernidad es su rechazo al concepto de verdad absoluta. En la posmodernidad a las personas le gusta hablar de “su verdad” y de “tu verdad”, pero no suelen hablar de la verdad suprema. En esta sociedad pluralista en la que nos ha tocado vivir, decir que se posee la verdad es considerado “fascismo intelectual”.
La mentalidad posmodernista ha acostumbrado a muchos a ver la verdad como algo condicionado y permutable, dependiendo del tiempo, el lugar y las circunstancias. Según una reciente encuesta, el 66% cree que la verdad absoluta no existe. Entre los adultos jóvenes, el porcentaje es aún mayor: el 72 % de los encuestados de entre 18 y 25 años no cree que existan las verdades absolutas[12].
La posmodernidad abre las puertas para que cada quien crea lo que mejor le parezca. Para la mentalidad contemporánea existen verdades a medias, verdades pequeñas, verdad relativa pero nunca verdad absoluta. Para el posmodernista, “la única verdad absoluta es que no hay verdad absoluta”. El hombre posmoderno –escribe Norton– sepulta la verdad como algo imposible de alcanzar. Para el posmodernista, las aseveraciones sociales, morales, y científicas son tan solo teorías temporales; nada puede aseverarse con certeza; todo es relativo al tiempo, lugar, y al análisis individual[13]”
- En el posmodernismo la ética es consensual. Todo debe resolverse por el buen sentido y la opinión mayoritaria.
El posmodernismo basa su ética no en principios sino en estadísticas. ¿Qué es correcto o incorrecto? ¿Qué está bien o que está mal? ¿Cómo saber que estamos tomando la decisión correcta? La respuesta de la posmodernidad es: “mira cuántos están de acuerdo”.
En su libro titulado, En busca de certeza, el famoso apologeta cristiano Josh MacDowell, escribió que:
“El ideal democrático de que la mayoría toma las decisiones, aumentado por los principios de igualdad y tolerancia, ha llevado a muchos a aceptar el principio de que cualquier cosa que la sociedad apoye lleva el peso de la verdad. Posiciones a favor del aborto, la homosexualidad, la eutanasia y la libertad sexual se convierten en correctas si la sociedad en conjunto dice que lo son. Muchas personas hoy en día insisten en que tienen el mismo derecho de adoptar estos valores como aquellos que optan por la fidelidad, la castidad, el amor y la justicia. No ven ninguna diferencia real en la validez de cualquiera de los dos lados y no tienen ninguna manera de determinar esa diferencia aparte del consentimiento de la mayoría[14]”
LA POSMODERNIDAD Y LA PREDICACION
La posmodernidad es un fenómeno que no solo ha afectado la mentalidad del mundo contemporáneo, sino que también ha afectado a la iglesia. Un estudio realizado reveló que el 53% de quienes se hacen llamar cristianos cree que no hay verdades absolutas. Eso quiere decir que la mayoría de quienes van a la iglesia y dicen creer en la autoridad de la Biblia y conocer a Cristo como salvador, no creen que exista la verdad absoluta.
Esta realidad presenta un serio desafío a la iglesia contemporánea, en general, y a la predicación del evangelio, de manera específica. Es difícil ser testigo de la verdad frente a la gente que cree que ésta es relativa. Es difícil proclamar el perdón de los pecados a la gente que cree que debido a la relatividad de la moralidad, no tiene pecados que deben ser perdonados. Es difícil predicar a un mundo que ve el sermón como una expresión o forma de comunicación de las épocas pasadas pero que no tiene relevancia en el presente.
Para la mentalidad posmoderna, la predicación ha pasado de moda, y la misma no tiene razón de ser ya que es incompatible con la sociedad actual. La predicación, según la posmodernidad, es un “arte moribundo, una forma obsoleto de comunicación, el eco de un pasado que quedo atrás[15]”.
Siguiendo la corriente de pensamiento, hay algunas voces que proponen, aun dentro del cristianismo, que la predicación debe ser sustituida por algún otro recurso de comunicación. Estos nuevos exponentes dicen que los medios masivos de comunicación, así como los adelantos tecnológicos, han hecho de la predicación un medio ineficaz para la comunicación del evangelio. Entre las propuestas que se presentan como sustitutos de la predicación está la exposición de arte cristiano a través de pinturas o esculturas. También la dramatización sin palabras de historias, sucesos o eventos bíblicos. Otros proponen el cine o la presentación de películas con mensajes que muestren los principios y valores cristianos.
La razón de proponer estas sustituciones de la predicación es debido a que, para la mentalidad posmoderna, alguien que se levante detrás de un pulpito, hablando de un libro escrito hace miles de años, y diciendo que presenta una verdad absoluta que define la conducta a seguir, no es más que un lunático, un loco o un arrogante que ha quedado atrapado en los años de la Pre-modernidad.
Sin embargo, a pesar de todos los argumentos opuestos a la predicación, se puede afirmar con toda seguridad que la misma es tan relevante hoy como siempre lo ha sido; que no ha pasado de moda y que sus años dorados no son asuntos del pasado sino que sus mejores años están por delante.
Ahora bien, debo ser realista ante el hecho de que en la mayoría de las congregaciones modernas la predicación atraviesa un periodo de crisis. Muchas de las Iglesias Adventistas de la actualidad están siendo víctimas de sermones que en vez de hacer más eficaz la fe y las de sus oyentes, están siendo una de las razones para que éstos se ausenten de los cultos.
A pesar de esta crisis, estoy convencido que la predicación es el medio más eficaz para dar convicción, fortaleza y certeza a nuestra congregaciones. Creo que tanto la sociedad que corre tras el secularismo y la iglesia que decae ante la apatía, necesitan hoy más que nunca el bálsamo curativo que solo viene gracias a la fiel predicación de la Palabra de Dios. Pero también creo que la predicación debe tomar un nuevo horizonte, que la misma necesita ser relevante para el oyente contemporáneo. Creo que la predicación debe dar respuesta a los problemas y situaciones por las cuales atraviesan los oyentes de hoy.
He escrito este libro con el propósito de mostrar que la predicación, como medio de comunicación, es tan relevante hoy como lo fue hace cientos de años atrás. Que la misma – tal como escribiera Elena de White – es el agente ordenado por Dios para la salvación de las almas[16]. Pero también he escrito este libro para mostrar que aunque la predicación es tan relevante hoy como lo fue en épocas pasada, la misma no puede ser abordada siguiendo los mismos métodos de comunicación pasados. En este libro me he propuesto exponer un método de exposición que sea fiel al mensaje de la Biblia así como relevante a la sociedad en la cual nos ha tocado vivir y predicar.
[1] George Barna, The frog in the Kettle: What Christian Need to Know About Life in the Year 2000(Ventura, CA: Regal Books, 1990), p. 123.
[2] Jean-Francois Lyotard, La Postmodernidad: Explicada a los niños (Barcelona, España: Editorial Gidisa, 1996), p. 29.
[3] Jon Paulien, El evangelio eterno en un mundo cambiante (Miami, FL: Asociación Publicadora Interamericana, 2011), p. 44.
[4] Antonio Cruz, Postmodernidad: El evangelio ante el desafío del bienestar ( Barcelona, España: Editorial CLIE, 1996), P. 16.
[5] Ibid, p. 22.
[6] John MacArthur, La verdad en guerra ( Gran Grapids, MI: Grupo Nelson, 2007), p. 9.
[7] Alejandro Medina V, A las puertas de la eternidad (Colonia Navarte, México: Gema Editorial, 2008), p. 28.
[8] Citado por Gene Edward Veith Jr, Tiempo Posmodernos (Buenos Aires, Argentina: Editorial Peniel, 2013), p. 30
[9] Raul Kerbs, La Etica y la posmodernidad, Dialogo Adventista
[10] Salvador Dellutri, El mundo al que predicamos (Miami, FL: Logoi, 1998), p. 84
[11] Ricardo Norton, Cómo alcanzar al mundo de hoy (Nampa, Idaho: Pacific Press, 2010), p. 48
[12] George Barna, The Barnar Report: What American Believe (Ventura, CA: Regar Book, 1991), pp. 83-85.
[13] Ricardo Norton, Cómo alcanzar al mundo de hoy (Nampa, Idaho: Pacific Press, 2010), p. 46.
[14] Josh MacDowell & Thomas William, En busca de certeza (El paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2005), p. 34
[15] Citado por Pablo Perla, La importancia del predicador y la predicación, Revista ministerio Adventista (2003), p. 14
[16] E. G. White, Testimonio, tomo 5, p. 87.